
En este trabajo me referiré a un ámbito exclusivo del deporte, un segmento que no se relaciona directamente con una positiva calidad de vida o con hábitos comunes en la sociedad general, me refiero al atleta de alta competencia y su socialización.
Si bien es cierto el deporte puede ser una poderosa herramienta de trabajo para diversos problemas como el sedentarismo, diabetes, obesidad, depresión y otros trastornos (Brustad, 2005); así mismo, es también una útil forma de enseñar y transmitir valores (Cruz, 1996).
Teniendo esto en cuenta podemos ver la forma de hacernos parte de un equipo de trabajo multidisciplinario que considere, además de la marca o resultado final del deportista, la persona que trasciende a esos números, el ser humanos bajo la piel del atleta.
Balagué (1999) lo ha expresado muy bien al relatar la impresión que le causó la opinión de un atleta: “Ser deportista es por supuesto una parte muy importante de la identidad de un deportista de alto rendimiento, pero no lo es todo. Los deportistas se resisten a ser vistos como unidimensionales. Un corredor me lo expresaba con gran frustración: la gente me ve como un par de piernas y piensa que eso es todo lo que soy. Necesito un entrenador que me vea como una persona completa”
- La asesoría en el proceso competitivo
La dificultad se observa al focalizar la mirada en el alto rendimiento deportivo. Es, en este grupo, en donde la manera de percibir y entender el mundo de la actividad física y deportiva se transforma debido a un enfoque que aprecia el resultado por sobre las personas. En repetidas ocasiones se observan estilos de comunicación punitivos, muchas veces, basados en estilos de enseñanza directivos y anticuados que tienen estrategias de intervención obsoletos, en donde la socialización para el deporte (Escartí, 2003. En: Hernández Mendo, 2003) se transforma en un mal ejemplo para entender el deporte que se va a practicar y repercute en la “otra socialización” aquella que se realiza a través del deporte (García Ferrando y cols., 1998; Escartí, 2003. En: Hernández Mendo, 2003) y es aquella que orientará normas sociales y valóricas, entre otras, de lo que el sujeto interiorizará, procesará y repetirá en su vida cotidiana como consecuencia de su paso por el deporte. Es decir, si el deportista ha entendido que la forma de rendir al máximo o la manera correcta de hacer las cosas es mediante el insulto, los gritos, los castigos, etc.; no sería extraño que él se acostumbre y repita estos patrones en las diversas facetas de su vida: padre, esposo, jefe, ciudadano, etc.
Hay algunos técnicos que ya entienden esto, es el caso de Scolari, técnico de la poderosa selección brasileña de fútbol. El fue capaz de no citar a Romario para la copa del mundo Corea-Japón del 2002. Según sus palabras: “… percibí que su forma de posicionarse en el campo y de trabajar táctica y técnicamente en campo no me interesaba…. La calidad personal en estos campeonatos es importante…” (En: Bolillos, 2006). Esto es un ejemplo de que la persona comienza a valorarse sobre el deportista técnicamente hábil.
Por otro lado, se tiene la creencia que la práctica deportiva crea por sí misma unos hábitos positivos en la vida de las personas, pero no hemos logrado entender adecuadamente que aquello que permite este apoyo social y emocional, es la forma en que las personas responsables de la socialización de los sujetos, lleven esto a buen puerto.
Lo que se espera, es que estos agentes tengan, una concepción humanista y responsable del proceso que les toca dirigir, que consideren las diferencias individuales tomando decisiones a partir de la persona que se tiene enfrente y no como un autómata que sólo piensa en resultados concretos a partir de un entrenamiento frío que no considera que se está trabajando con personas. Esta visión más íntegra del deportista ya ha sido abordada por otros autores como Cruz (1992); Diaz, Buceta y Bueno (2004) o Torregrosa, Sanchez y Cruz (2004), quienes animan al mundo deportivo a apoyar al deportista en todas sus facetas: formación, competición y retirada; como también a los diversos actores de este proceso competitivo (entrenadores, familia, otros técnicos, etc.) a seguir esta preocupación por el ser humano deportista.
Es en este punto en donde se unen la psicología del deporte y la sociología para apoyar, mediante sus estudios y descubrimientos, potenciar las herramientas que los sujetos que son parte del mundo deportivo, entregar a los agentes mencionados algunas líneas de acción que permitan fortalecer su labor en el trabajo diario.
De esta manera es como puedo colaborar con mi grano de arena en el avance de la actividad deportiva de alto rendimiento. Puedo y espero mostrar una manera diferente de vincularse con el deportista. Así también enseñar a muchos deportistas a entender que el deporte, aunque se trate de alto rendimiento, puede ser visto desde otra perspectiva, donde él se tome el tiempo de vivenciar, de la mejor forma posible, su carrera deportiva, acentuando aquellos aspectos positivos y felices, en oposición a otros menos positivos y menos gratos. Torregrosa (2007) también ha expresado la necesidad de que el deportista tenga otros puntos de apoyo, no sólo la actividad que desarrolla, ya que de esta manera podrá descansar en otras actividades. Así podrá adaptarse de mejor manera a la realidad social una vez que tenga que dejar el deporte. Es decir, es importante que el equipo asesor de la institución deportiva considere estos aspectos en la época cercana al abandono deportivo y en el mejor de los casos, durante todo su desarrollo, no sólo en la última parte.
Esta tarea puede ser una peregrinación de muchos años entre clubes e instituciones deportivas donde no interesa esta visión del deporte, en donde lo que importa es una medalla, copa o trofeo que muestre el buen manejo que se realiza de los planes deportivos. Para muchos esto puede ser percibido como una visión romántica y muy teórica de la realidad deportiva, sin embargo, mientras no cambiemos los patrones anticuados de trabajo, no podremos actualizar ni humanizar el alto rendimiento. Phil Jackson (Jackson y Delehanty, 1995), entrenador de básquetbol por muchos años de los Chicago Bulls, entendió esto y según él, esto ha sido clave para la consecución de éxitos, primero como jugador y posteriormente como entrenador. En su filosofía de trabajo plantea conocer, empatizar y trabajar con las personas, no con estrellas o números y hay que considerar que durante su trayectoria tuvo la difícil tarea de dirigir a un equipo colmada de estrellas, incluyendo al gran Michael Jordan, sin embargo, todos tenían algo que aportar en su esquema de juego, no sólo su principal estrella. Esta visión le dio seis campeonatos NBA con los Bulls, es decir, esta forma de concebir el alto rendimiento no tiene que alejarse de los buenos resultados.
No obstante, en muchas instituciones aún prima la idea de llegar al éxito mediante el sacrificio extremo del atleta, en donde si no se exprime al máximo sus capacidades no se percibe su compromiso. Es por esto que hay que tener muy claro que no hablamos de una tarea fácil, pero que si se define adecuadamente en un plan integral de deporte, puede ser aplicada sin tener que perder los logros o el éxito deportivo. Es decir, al planificar un programa de manejo conductual en habilidades de comunicación entrenador/deportista, un trabajo de asertividad, de manejo en inteligencia emocional, etc.; es necesario tener en cuenta cual es el objetivo principal en el lugar de trabajo.
Espero poder posicionar este enfoque en diversos espacios ya que en la difusión y capacitación de los profesionales del deporte (que muchas veces no lo son) está el cambio a un enfoque didáctico que de frescura a la relación entrenador-deportista, en donde este vínculo se potencie a través del respeto mutuo y la convergencia de intereses, llevando al deportista a conseguir éxitos sin ser esclavo de ellos.
En la literatura científica se ha comenzado a hablar de diferencias de género o edad en el mundo del deporte (Mosquera y Puig, 1998. En Garcia Ferrando y cols, 1998), sin embargo, muchas veces se olvida a la persona que se encuentra vivenciando todo el proceso.
El sólo hecho que ya se hable de esto es una señal que existen personas preocupadas de apoyar el deporte. La idea no es encontrar victimarios ni víctimas, sino mejorar un sistema de trabajo, muchas veces obsoleto, que permita al atleta sentirse vivo como persona, no como una máquina de resultados. Así también el entrenador puede ir normando la conducta del deportista de alta competencia al no ceder ni hacer concesiones especiales sólo porque el atleta posea unas habilidades técnicas superiores a las del promedio o los llamados “estrellas”.
Pienso que esta reflexión debe ser considerada seriamente, si bien es cierto, en su revisión detallada se pudiesen advertir errores o algunas ideas confusas, mas, el principal objeto es reposicionar a la persona por sobre el atleta, lo demás son sólo palabras.
En esta época donde todo pasa a tener un valor económico concreto, especialmente en lo que concierne al mundo del alto rendimiento, debemos apoyar la difícil tarea del atleta en la elite competitiva.
Tenemos una responsabilidad en este contexto en donde vemos que obtener una medalla cuesta miles o millones de dólares y su no obtención califica los procesos como fracasos, entonces, es precisamente aquí el lugar a investigar e intervenir para el mejor desarrollo del proceso deportivo.
Para finalizar esta reflexión sólo comentaré algunas de las tareas a poner en marcha durante el trabajo en la alta competencia tomando como base las funciones socializadoras explicadas por Cruz (2007) para el deporte escolar, cuestión que no impide posicionarlas en otro contexto atlético.
– Promover el respeto a las personas implicadas en el deporte y a los reglamentos.
– Llevar a cabo entrenamientos de calidad para lograr los objetivos del deporte.
– Enseñar el reglamento a los atletas y velar por su cumplimiento.
– Promover la deportividad, actuando como un modelo de autocontrol.
- Referencias
-Balagué, G. (1999). Understanding identity, value and meaning when working with elite athletes. The Sport Psychologist, 13, 89-98.
-Bolillos, D. (2006). La mentalización en el fútbol moderno: Guía práctica para entrenadores y futbolistas. Madrid. Editorial Biblioteca Nueva.
-Brustad, R. (2005). Dossier Módulo Emociones y Deporte. Diplomado en Psicología del deporte y la actividad física. Universidad Diego Portales, Chile.
-Cruz, J. (1992). El asesoramiento y la intervención psicológica en deportistas olímpicos. Revista de Psicología del Deporte, 2, 41-46.
-Cruz. J.; Capdevila, L.; Boixadós, M.; Pintanel, M.; Alonso, C.; Mimbrero, J. y Torregrosa, M. (1996). Identificación de conductas, actitudes y valores relacionados con el fairplay en deportistas jóvenes. Informe final del proyecto. Consejo Superior de Deportes: Madrid.
-Cruz, J. (2007). Dossier Módulo Asesoramiento a padres y entrenadores. IX Master en psicología del deporte. Universidad Autónoma de Barcelona, España.
-Díaz P., Buceta, J. M., y Bueno, A. M. (2004). Situaciones estresantes y vulnerabilidad a las lesiones deportiva: un estudio con deportistas de equipo. Revista de Psicología del Deporte, 13 (1), 7-25.
-García Ferrando, M. (1998). Sociología del deporte. Madrid. Alianza Editorial
Hernández Mendo, A. (Coordinador) (2003). Psicología del Deporte (Vol. I): Fundamentos 1. Buenos Aires. EfDeportes.com
-Jackson, P. y Delehanty, H. (1995). Canastas sagradas. Barcelona. Editorial Paidotribo.
-Torregrosa, M.; Sanchez, X. y Cruz, J. (2004). El papel de psicólogo del deporte en el asesoramiento académico-vocacional del deportista de elite. Revista de Psicología del Deporte, 13 (2), 215-228.